La inteligencia emocional

Ahora que ya tenemos visto el secuestro de la amígdala, veremos cómo gestionar mejor situaciones difíciles, por ejemplo aquellas en las que nos sentimos muy observados, como: hablar en público, presentarnos ante desconocidos, tener una entrevista de trabajo o realizar un examen oral.

Recordemos que nuestro cerebro triuno, a nivel evolutivo, se formó en su parte emocional antes que en la racional, por ello, está programado para la supervivencia por encima de todo, lo que explica que sea frecuente tener emociones negativas, ya que en un principio nos ayudan a protegernos de las amenazas. En el caso de la oratoria, exponernos ante una audiencia supone una amenaza mental percibida, no una amenaza biológica real, pero nuestro cerebro no las distingue y, ante la duda, resulta preferible una falsa alarma que la imprudencia de poner nuestra supervivencia en juego.

Por tanto, hay que procurar hacerle entender a nuestro inconsciente que realmente nuestra vida no está en peligro, y en ese momento una respiración profunda ayuda a que la amígdala del cerebro emocional deje de bloquear al cerebro racional. Así podremos pensar con claridad, tranquilizándonos y siendo más conscientes de que no hay nada dañino a nuestro alrededor, para calmar nuestra parálisis o el impulso de huida. No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas.

La inteligencia emocional es la capacidad de comprender lo que sentimos y gestionar de forma adecuada las emociones negativas, cambiando el pensamiento provocado por ellas y que condiciona nuestra actitud, de forma que podamos comportarnos de un modo que nos beneficie, por ejemplo manteniendo la serenidad al hablar en público para transmitir confianza. Por lo tanto, ya que las emociones son instintivas y e inmediatas y no podemos reprimirlas sin que se noten, lo que debemos hacer es cambiar el pensamiento para que cambie la actitud y el comportamiento sea el adecuado.

Por ejemplo, ante la emoción de miedo al ridículo que nos lleva a pensar que se van a reír de nosotros, reaccionamos con una actitud defensiva que nos hace mostrar un comportamiento de rechazo que nos hace perder futuras oportunidades, no sólo laborales. Por ello, aún teniendo miedo al ridículo, debemos pensar positivamente en una buena acogida, con una actitud de gratitud por ser escuchados, y comportarnos en coherencia con generosidad por ser tan bien tratados. Esto crea una mejor conexión con el público y generaremos mayor interés por estrechar lazos, ya sea a nivel social o de sinergias profesionales. Ser emocionalmente inteligentes es dejar a un lado nuestros prejuicios y darnos la oportunidad de mejorar.

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