3 consejos para dar discursos
Cuando tengamos que hablar en público, debemos estar mucho más pendientes de nuestra audiencia que de nuestro mensaje, por eso importa mucho más cómo digamos nuestro discurso que el contenido del mismo. Una vez que ya controlamos el nerviosismo en nuestras exposiciones orales, debemos procurar no agotar a los asistentes.
1) Escúchate mientras hables, no aburras
Seguro que todos hemos sufrido el runrún del típico profesor sin vocación que recita de memoria una temática que no le apasiona y de la que está harto de repetir, como quien reza un rosario deprisa y corriendo sin sentir el mensaje en cada oración. ¿Recuerdas algo de esa temática? Seguro que no, porque ese profesor que tenía que enseñártela no se preocupó por facilitarte que la aprendieses.
¿Deseas que tu audiencia reciba el mismo castigo y luego no se acuerde de tu mensaje? Pues ya sabes lo que no debes hacer. Procura hablar con energía y vitalidad, de forma que mantengas el interés y atención de tus oyentes, poniéndote en su lugar. Si escuchases por primera vez ese mensaje, ¿cómo necesitarías que te lo contasen para no perder el hilo?
En este ámbito es importante subrayar lo comentado en el punto 5 de la anterior entrada. Esto se puede aplicar incluso a la interacción social para la búsqueda de amistad o pareja. No te rebajes a las drogas (incluido el alcohol) para quitarte la vergüenza: si te "anestesias", pierdes emoción y aburres.
2) La mejor improvisación es la preparada
Tampoco caigas en el error de escucharte desde el narcisismo; si nos vamos por las ramas, resultaremos cansinos. La improvisación hay que verla como datos guardados en la memoria del disco duro, a los que recurrimos si en un momento dado es necesario, pero en ningún caso los volcamos enteramente en la memoria RAM "por si acaso", eso ralentiza el procesamiento. Extrapolando esta metáfora a lo que nos atañe: satura la asimilación del mensaje.
Los mejores oradores de la historia siempre coinciden en algo: para dar un buen discurso, lo más importante es esforzarse y trabajarlo antes. Sobre todo para que dure el tiempo necesario para comunicar el mensaje a transmitir, evitando divagar o hablar demasiado. El símil con una comida sería cocinarla de forma que su ingesta no tenga una digestión pesada. Winston Churchill decía que necesitaba tres horas para hacer un discurso de diez minutos, y diez minutos para hacer uno de tres horas.
3) Lo que no se dice, no se echa de menos
No le demos importancia a los fallos por omisión, nadie sabe si nos saltamos un punto, si acortamos un apartado, si añadimos otro tema o si cambiamos el orden de nuestro guion inicial. Si nos damos cuenta de que nos hemos olvidado de algo importante, no aporta nada interrumpir nuestro mensaje para recalcar ese descuido y retroceder, directamente reconducimos el flujo que llevamos recorrido para añadir lo que se nos quedó en el tintero. El público no sabe el orden previsto en nuestro discurso, ni necesita saberlo.
En oratoria no existen estructuras fijas como en una ciudad real donde ya está todo construido y para hacer recados hay que trazar un itinerario, en el que si nos saltamos una parada, hay que retroceder sobre el camino ya andado. En tal caso, y siguiendo esta metáfora, la oratoria es como una ciudad de juguete, en donde podemos ir colocando las piezas donde nos convenga mientras la recorremos, para dejar un camino recto en el que todo se encuentra a nuestro paso. Así es como debemos facilitarle la escucha a nuestra audiencia.
En caso de equivocarnos en el orden de nuestro guion inicial, es recomendable el uso de nexos lingüísticos como los siguientes:
-"Al hilo de lo antedicho, donde recordamos que..., ahora cabe destacar..." (volvemos al punto necesario, reforzándolo, y continuamos por el que queríamos).
-"Recapitulando, tenemos que... Acorde a esto, merece especial mención..." (enumeramos ciertos puntos para contextualizar el olvidado, sin señalar nuestro olvido).
-"Un ejemplo de lo comentado anteriormente sería..." (y lo sumamos a lo ya dicho, sin pararnos a corregir y por tanto sin interrumpir el flujo del mensaje).
En oratoria no existen estructuras fijas como en una ciudad real donde ya está todo construido y para hacer recados hay que trazar un itinerario, en el que si nos saltamos una parada, hay que retroceder sobre el camino ya andado. En tal caso, y siguiendo esta metáfora, la oratoria es como una ciudad de juguete, en donde podemos ir colocando las piezas donde nos convenga mientras la recorremos, para dejar un camino recto en el que todo se encuentra a nuestro paso. Así es como debemos facilitarle la escucha a nuestra audiencia.
En caso de equivocarnos en el orden de nuestro guion inicial, es recomendable el uso de nexos lingüísticos como los siguientes:
-"Al hilo de lo antedicho, donde recordamos que..., ahora cabe destacar..." (volvemos al punto necesario, reforzándolo, y continuamos por el que queríamos).
-"Recapitulando, tenemos que... Acorde a esto, merece especial mención..." (enumeramos ciertos puntos para contextualizar el olvidado, sin señalar nuestro olvido).
-"Un ejemplo de lo comentado anteriormente sería..." (y lo sumamos a lo ya dicho, sin pararnos a corregir y por tanto sin interrumpir el flujo del mensaje).