No hables alto, habla ancho (clase de voz)

Una de las preguntas que más se repiten entre mis alumnos es cómo conseguir que nuestra voz tenga mayor presencia, se escuche mejor y llegue más lejos en una sala. La primera idea que se nos viene a la mente es hablar más alto, aumentando nuestro volumen como si de un equipo de música se tratara, pero pronto nos damos cuenta que nuestras cuerdas vocales se resienten, y nos hacemos daño hasta el punto de poder quedarnos afónicos. ¿Cuál es la solución? Mejorar nuestra resonancia sin gritar.

Es aquí donde se hace palpable el refrán "más vale maña que fuerza", es decir: más vale la buena manera que la fuerza bruta. Nuestras cuerdas vocales, al igual que las cuerdas de una guitarra española, se escucharán mucho mejor si les dotamos de resonancia, como lo hace la caja de resonancia de la guitarra, es decir: ya no es necesario rasguear las cuerdas violentamente, no hace falta gritar, lo que importa es tener resonancia. Poniendo otro ejemplo: para llenar de música una sala, no sirve de nada poner auriculares subiéndoles al máximo su volumen, es mejor utilizar unos bafles.

Entonces, ¿cómo llenar la sala de nuestra audiencia con nuestra voz sin dañar nuestras cuerdas vocales? Para ello recurrimos a otra capacidad de nuestro aparato fonador: la proyección de la voz. Esta magnitud puede ilustrase gráficamente como una variable más junto a nuestro volumen de voz, y ambas definen el área de una tercera magnitud que sería la resonancia, la cual es la que queremos aumentar. Por ello, el rendimiento que buscamos no se limita a una sola variable, si no a dos, y si subir nuestro volumen de voz nos hace daño, la solución es clara: ensanchemos nuestra proyección.


Visto que nuestra resonancia no depende únicamente de hablar más alto, la solución es fácil: hablemos "más ancho". Otra metáfora que englobaría estos tres conceptos sería: para que el agua saliente de una manguera llegue más lejos (esto sería una mayor resonancia), podemos reducir la apertura de su boquilla para darle más presión (esto sería gritar) o bien abrir más el grifo al que está conectada para que salga con mayor caudal (esto sería proyectar). La finalidad de la proyección se basa en hablar con más cantidad de aire y armónicos, y desafortunadamente esto es difícil de explicar con palabras o incluso audios. Pensemos en una ópera: no es lo mismo escucharla reproducida por un dispositivo de música que en directo sentados en una butaca del teatro. Bien, pues cuando tengamos que hacer una exposición oral, y más aún cuando no dispongamos de micrófono, debemos proyectar.

Pero... ¿qué significa "proyectar" exactamente? Significa que debemos aprovechar con eficiencia todos los recursos de los que disponemos en nuestro aparato fonador, como lo hacemos en una bicicleta de marchas cuando usamos todas sus catalinas y piñones, haciendo que nos cansemos menos. Nuestra voz, en términos metafóricos, dispone también de varias catalinas y piñones, pero debido a malos hábitos, malas posturas gestuales y limitaciones puramente de conducta, nos condenamos a pedalear con una única marcha de nuestra "bicicleta vocal", haciendo que nos cansemos más. Un ejemplo para cada una de estas tres observaciones anteriores serían, respectivamente: fumar y beber alcohol, llevar ropa de talla no adecuada para nuestro cuerpo y querer impresionar sacando pecho y metiendo barriga.

Por ello, más que añadir algo externo, debemos despojarnos de lo innecesario: desaprender malas costumbres. Nuestro aparato fonador ya es un diamante perfectamente acabado, no hay que añadirle brillo, ya lo tiene, pero para que brille en su máximo esplendor debemos procurar limpiarlo de manchas e impurezas que se adhieren a él. Esto se logra haciendo múltiples ejercicios, que deben ser supervisados en directo, y también evitando esas malas costumbres, las cuales os contaré con mayor detalle en la próxima entrada.

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